dissabte, 23 d’octubre del 2021

RFLEXIÓN, sobre el evangelio (Mc 10,36-45)

Por: José Enrique Galarreta

 

En una curación tan "mesiánica" como esta, no podemos menos de sentir la evocación de la misma manifestación mesiánica de Jesús al responder a la embajada del Bautista. Juan Bautista, desde la cárcel, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús:

- ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro? Jesús responde: - Id y decid a Juan lo que habéis visto: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y son los pobres lo que reciben la Buena Noticia: dichosos los que no tropiezan por mi causa.(Mateo 11, Lucas 7)

Jesús, por tanto, se hace heredero del mesianismo más puro de Isaías. Reciben la Buena Noticia los pobres, los ciegos, los enfermos. Pero otros tropezarán. Serán los ricos, los que ven, los sanos.

Es una estremecedora línea, en la que se confunde, hasta no poder separarse, lo sucedido a Jesús, lo sucedido a lo largo de la historia y nuestra propia trayectoria espiritual.

Creyeron en Jesús los que se sentían necesitados de salvación, especialmente los más necesitados, los pecadores. Y los que no se sentían pecadores, no creyeron en Él, más bien tropezaron en Él porque atendía a los pecadores. Jesús ironizó sobre ellos diciendo que "los sanos no tienen necesidad de médico" (Mt.9, Mc.12, Lc.5).

Y los ricos tampoco se atrevieron a irse con él, tenían demasiado bienestar para sentir necesidad de Jesús (Lo vimos hace dos domingos leyendo Marcos 10, el joven rico).

En el pasaje de hoy, el ciego mendigo encuentra a Jesús porque necesita de él y cree en él. La muchedumbre le sigue con aspavientos externos, pero nada más. En el mismo contexto situacional ubicará Lucas el episodio de Zaqueo, que resulta brillantemente paralelo con la vocación de Leví (Mt.9, Mc.2, Lc,5).

Y resulta bastante sintomático que en el principio de la vida pública Jesús se define llamando a los pecadores y comiendo con ellos y al final de la misma (último episodio de Lucas antes de la entrada en Jerusalén) se repite la escena, con el mismo escándalo y la misma reiteración del mensaje de Jesús.

Los evangelistas por tanto acumulan signos sobre el mensaje fundamental: Jesús Salvador, Libertador del pecado, Luz para los humanos, es recibido por los pecadores, que alcanzan la luz de la fe, y rechazado por los "sanos y ricos", que quedan ciegos aunque parezcan sanos, videntes, poderosos. Todo esto nos da pie a largas consideraciones que resumiremos brevemente.

Fundamentalmente, sobre la religiosidad. Jesús se coloca en las antípodas de toda religiosidad de apariencia, de identificación con los poderes de la tierra, de equiparación de fe con esplendor externo, de religión como aceptación de "personas oficialmente santas".... cosas todas ellas tan presentes en las religiones.

Los sacerdotes como personas santas, el alto clero con poder, ocupando un lugar social cercano al poder político, los grandes sabios entendidos en las ciencias sagradas... y la masa de gente sin importancia ni voz, que solamente por medio de los altos eclesiásticos tendrán acceso a Dios. Es una situación real, históricamente repetida en la mayor parte (¿en todas?) las religiones, y espiritualmente aceptada incluso ahora entre nosotros.

Jesús es al revés: el mendigo ciego tiene acceso directo por necesitado y por creyente. Los demás, menos. Y los altos eclesiásticos, los que menos de todos. Aun teniendo acceso como todo el mundo, lo rechazarán explícitamente.

Es significativo comparar esos dos extremos. Mirar la historia de las religiones, tan llenas de acepción de personas, de personajes sagrados con poder, de multitudes de necesitados marginados por la estructura religiosa... Es más impactante aún mirar la historia triunfal de la religión cristiana en Occidente, la estructura física de una catedral gótica, la jerarquizada disposición de la gente en una gran celebración actual.

Mucho más aún, contemplar la historia de las naciones cristianas, el protagonismo religioso de los poderosos, la pobreza y desatención crónica de la gente del pueblo. Mucho más aún mirar las naciones del mundo, las cristianas y las no cristianas, mirar que es el primer mundo el que se dice cristiano y el miserable tercer mundo el que es evangelizado por el primer mundo poderoso...

Mirar la esclavitud, cometida por los cristianos y los musulmanes poderosos contra los miserables paganos de los que se llegó a decir que no tenían alma... Contemplar así la historia religiosa del mundo estremece, porque es exactamente lo contrario de lo que Jesús hacía y decía.

A nivel personal, no puedo menos que recordar la sabiduría del planteamiento de le Ejercicios de San Ignacio: parten del reconocimiento de los pecados. Si no me siento necesitado de Dios, no hay manera de llegar a Jesús.

No pocas veces la Primera Semana de ejercicios se considera como un momento ascético de purificación, examen de conciencia y confesión de los pecados, para poder luego conocer a Jesús. No es correcto. Se trata de sentir necesidad del Salvador. Solamente desde este profundo sentimiento de necesidad, de pobreza y ceguera, se puede acceder a Jesús Salvador.

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